martes, 26 de junio de 2012

De periferia urbana, a mercado popular



Hacia 1900 el Matadero y su vecindario tenían una importante población y, pese a su lejanía del centro, el barrio era considerado como subdelegación urbana. No obstante, tenía muy mala fama, debido a la delincuencia, las pestes y epidemias. En efecto, los hombres del Matadero eran vistos como pendencieros e insensibles al dolor ajeno por su trabajo de cuchilleros.



Por otra parte, la vivienda era de mala calidad y estaba conformada por conventillos y ranchos, donde los trabajadores vivían hacinados y bajo pésimas condiciones de higiene. Esto, sumado a que el límite sur del sector deslindaba con el Zanjón de la Aguada, un ancho canal de aguas insalubres, favoreció el surgimiento y la propagación de epidemias de viruela, cólera y tuberculosis que rápidamente se expandían al resto de la ciudad. 
A inicios del siglo veinte hubo algunas iniciativas estatales para modificar esta situación, específicamente a partir de la construcción de poblaciones obreras higienizadas. La primera de ellas fue la Población Huemul, inaugurada en 1911, y luego la población Matadero, abierta el año siguiente, entre las calles Santa Rosa por el poniente, San Isidro por el oriente y Placer por el sur. Estas poblaciones confirmaron el carácter popular del sector, donde desde finales del siglo XIX se establecieron talleres e industrias. Por su cercanía con el Matadero, muchas de ellas estaban dedicadas al rubro de las curtiembres y el calzado. Sin embargo, la más importante fue la Fábrica Nacional de Vidrios, que ocupaba una manzana completa y contaba con un organizado movimiento sindical. Como testimonio de esa época quedan novelas como La mala estrella de Perucho González, de Alberto Romero




El epicentro de cuero y calzado

El sector del Barrio Franklin es un polo comercial hace más de 130 años, y es aquí donde también se encuentra el epicentro del cuero y calzado, con el surgimiento de tiendas abocadas a ofertar al público con estos productos.
En el Barrio Franklin, por las calles Chiloé y Victoria, es donde hace más de tres décadas se instalaron artesanos y productores de zapatos, carteras e insumos de cuero.

En la primera avenida, hace más de 34 años, se emplazaron los talleres que maquilaban para la empresa Gilioli, que hacía las carteras, billeteras y maletines de cuero para la empresa Gucci en Chile. Partieron cinco fabricantes, Hernán Gutiérrez, Pedro Águila, David Hernández, Daniel Franco y Silvio Domínguez, los cuales en esa época les dieron trabajo aproximadamente a unas 120 personas.

En el año 1973, la compañía terminó todos los contratos y a los artesanos no les quedó otra alternativa que independizarse y vender directamente sus artículos. "Poco a poco arribaron otros comerciantes que hoy comprende 22 locales, que tienen una producción de 1.200 carteras de cueros mensuales, actualmente se está logrando hacer un barrio orientado a nuestro rubro, que es el cuero", indica Raúl Vásquez, uno de los empresarios del sector.

A pocas cuadras de distancia, de la calle Victoria, hay otro polo orientado a la venta de calzado e insumos para esa industria. Se gestó aproximadamente hace 35 años con la aparición de las primeras suelerías, a las que luego siguieron los locales que comercializaban insumos.

A fines de los años 90 algunos de estos comerciantes dieron un paso más allá y se diversificaron a la venta de calzado terminado, lo que se estima que en calle Victoria hay unas 40 tiendas.
Hoy el sector esta formado por curtidurías, fabricas de calzado y de marroquinería, y las diversas empresas que las proveen. Existen aproximadamente 2.000 unidades productivas, en su mayoría pequeñas y artesanales, que generan alrededor de 10.000 puestos de trabajo.

No estás en una feria, no estás en un mall, tampoco en una multitienda. Simplemente estás en el Barrio Franklin, un lugar incrustado en la comuna de Santiago y que desde el año 1847 ofrece a los capitalinos la mayor variedad de productos, tanto así que literalmente se puede armar una casa completa sólo visitando el Barrio Franklin.


Un poco de historia

Todo comienza con el Matadero de Franklin. Ahí, los cientos de trabajadores que llenaban el lugar diariamente, con un hacha en mano, dejaban sin vida a los animales para después vender su carne al mejor precio. la prosperidad y fama de barrio Franklin se relacionan en gran medida a la construcción del matadero en 1970 en 1082.Los galpones fueron cedidos por la municipalidad santiaguina a los vendedores ambulantes y ahí el barrio adquirió su importancia. La cueca venía más tarde, cuando el trabajo ya estaba terminado y el inicio de la noche daba el primer incentivo para sacar las guitarras, tomarse un vinito y empezar a mover los pies al ritmo de la más brava de las cuecas. Porque fue en este lugar donde los vendedores más antiguos del barrio, de esos que llevan más de cuarenta años, aseguran que nació esta rama del baile nacional, que tan famosa se ha hecho hasta ahora.



Pero poco queda ya del Matadero de Franklin, que dio paso y se ha transformado en una verdadera feria y más. Las calles Placer, Bío Bío, Arturo Prat, San Francisco y Santa Rosa hoy dan forma a más de cuatro mil puestos, que a través de galpones, se dividen en pasillos que ofrecen simplemente “de todo”. Por eso no es extraño encontrarse con un puesto que vende libros y justo al lado uno que ofrece tatuajes. Puestos que se mezclan con el frío que genera el cemento del suelo y con la oscuridad que provocan las paredes que los rodean.

Y pese a que las cuecas del Matadero quedaron atrás, la música aún se puede sentir. En los pasillos abundan las canciones. En uno son las rancheras, en otro son las cumbias, el punk, el rap o las baladas. Porque así como hay variedad de productos también la hay en el sonido, que viene de todas partes y no le deja ni un espacio al silencio, el que además se ve atacado por los gritos de los vendedores que no paran de ofrecer sus productos.

Porque la gran pregunta es qué es lo que no se vende. Hay muebles, artículos de peluquería, electrodomésticos, carnes, verduras, ropa, celulares, animales, comida preparada, alfombras, lámparas y el listado podría seguir eternamente.

¿Donde se ubica?




Tan solo llegando el paisaje se transforma en una surrealista postal metropolitana, en donde se conjugan los símbolos de la modernidad y tradiciones antiquísimas. Saliendo del metro Franklin, línea 2, un amasijo de aromas, gritos y gentíos abordan los sentidos.

Gastronomía para regodearse en las primeras cuadras: anticuchos, empanadas, mote con huesillo, completos o choripanes es la variada oferta. Todo en medio de retratos que sorprenden como, por ejemplo, el dinosaurio Barney ofreciendo sacar fotos a los niños montados en ponis;  o el “Elvis”, consumado baterista de tarros que hasta una vez salió en televisión con Don Francisco, haciendo ya su archiconocido show gutural o una cantante de rancheras que imanta a numerosos visitantes.

Las calles están llenas de gente que se pierden en los galpones tipo mecano que se encuentran más cerca de San Diego y en dónde prima la ropa de marca, los perfumes, artículos de aseo y algunos locales con pertrechos militares. Aparte de espacios llenos de muebles útiles para toda la casa.

Cruzando San Francisco y hasta Santa Rosa hay pequeñas tiendas que ofrecen  películas y discos de desconocidos autores o artículos para computador. Una seguidilla de bares por la vereda norte hace que varios personajes se desvíen por una bienvenida cerveza, pipeño o piscola de mediodía adornada con las canciones de los guitarristas clásicos que son parte de la fauna de la zona.


¿A qué se dedica?


El 5 de noviembre de 1847 la Municipalidad de Santiago inicia la construcción del edificio que albergará el Matadero de Santiago entre las calles Franklin por el norte, Placer por el sur, San Francisco por el oriente y Arturo Prat por el poniente. La compra-venta de animales y su faenamiento generaba un movimiento constante de día y de noche. Este hecho sin duda remarco el carácter comercial y popular del sector creándose también infraestructura para la recreación y actividades culturales como el Teatro Franklin, El Cine San Miguel y la Plaza Magallanes, que concentraba la vida social de la época. 

Así, en la primera década del siglo XX, el Barrio Matadero-Franklin se consolida como polo comercial y de abastecimiento de la zona sur de Santiago, donde se distribuían los productos al centro y sur de Chile.

En la actual intersección de las calles San Francisco y Placer, se ubicaba la estación de trenes San Diego, conocida popularmente como “Estación Matadero”, la cual formaba parte del Ramal Circunvalación. En el llegaban tanto pasajeros como mercancías y animales, manteniendo un gran movimiento y conectando las fábricas que existían en el antiguo cordón industrial de Santiago, especialmente de las barracas y metalúrgicas del sector.

        Desde mediados de siglo, en el barrio comenzó la expansión de un antiguo rubro: el             comercio ambulante. En respuesta a la crisis económica de 1929la gente salió a calles  a   vender sus productos, originando el llamado ‘mercado persa’. Este fenómeno creció con el cierre del Matadero en la década de 1970 y con la crisis económica de 1982, llevando a la aparición de extensos galpones para el regateo. En los años ’90, fueron techados grandes patios que extendieron el mercado persa hasta San Diego, confirmándolo como uno de los centros comerciales más importantes de Santiago.

El barrio y sus habitantes